ALMA es un interferómetro conformado por un conjunto de 66 radiotelescopios, con 12 m de diámetro cada uno, que funcionan en conjunto como un telescopio gigante. Fue construido gracias a la colaboración entre instituciones científicas de Europa, América del Norte, del este de Asia y de Chile. “Este gran telescopio –explica Evanthia Hatziminaoglou, quien en 2003 realizó un postdoc durante tres años y medio en el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) y actualmente es la astrónoma de soporte de ALMA– observa la radiación electromagnética que nos llega desde los lugares más lejanos y fríos del Universo. Pero el vapor de agua en la atmósfera bloquea esas señales. Por ello, los sitios de observación tienen que situarse a gran altura, para lograr detectarlas”.
Ese es el motivo por el que ALMA se encuentra ubicado en la meseta de Chajnantor, en Chile, a más de 5.000m de altitud. El propósito de este conjunto de antenas es abrir una ventana hacia lo desconocido y explorar las fronteras de la Astronomía para comprender cómo se formaron los primeros planetas, las primeras estrellas y las primeras galaxias.
Los datos resultantes de las observaciones con ALMA son muy difíciles de interpretar, incluso para los expertos. Por esta razón, en Europa se ha organizado una estructura de soporte para los usuarios del telescopio, alrededor del Centro Regional de ALMA en ESO-Garching, donde trabaja Evanthia, y otros 8 institutos de los Estados miembros del Observatorio Europeo Austral (ESO, por sus siglas en inglés). Su trabajo es asegurarse de que el servicio al usuario cuente con la mayor calidad posible para que la comunidad científica pueda investigar al máximo nivel.
Tras seis años haciendo Ciencia, este telescopio sigue aportando importantes resultados: ha podido detectar el nacimiento de galaxias muy lejanas, cuando el Universo solo contaba con unos pocos cientos de millones de años; ha identificado dos planetas del tamaño de Saturno, formados alrededor de una estrella a 400 años-luz de distancia y ha encontrado moléculas simples de azúcar alrededor de otros vecinos estelares. “Ninguno de estos asombrosos descubrimientos hubiera sido posible sin ALMA, y, sin duda, habrá muchos más en los próximos años”, asegura Evanthia.