Antonia Varela, investigadora del Instituto de Astrofísica de Canarias; presidenta de la Fundación Starlight, directora del Museo de la Ciencia y el Cosmos, presidenta de BPW Canarias y Medalla de Oro de Canarias 2024.
Toñi Varela, como la conoce todo el mundo, contagia con su sonrisa. Es una persona optimista y firme en sus opiniones y en sus objetivos tanto científicos como sociales. En su dilatada carrera ha saltado todo tipo de obstáculos académicos y, también, algunos muros (más que techos) de cristal endurecidos con la condescendencia y los prejuicios. Este Día de Canarias lo recordará siempre porque recibe la Medalla de Oro de Canarias concedida por el Gobierno de Canarias.
-Recibe este Día de Canarias de 2024 la Medalla de Oro otorgada por el Gobierno de Canarias. ¿Qué supone para usted esta distinción?
“Es un gran orgullo y una gran ilusión. Es realmente emocionante porque era algo que apenas podía soñar. Es un reconocimiento muy significativo para cualquier canario o canaria por el valor que tiene. Lo recibo con muchísima humildad y con una altísima responsabilidad porque este reconocimiento es una oportunidad para seguir poniendo el acento en todo lo que ha sido mi trabajo y mi trayectoria: el cuidado y la preservación de los cielos de Canarias y, también, seguir promoviendo el papel de las mujeres en Ciencia. Después de ser embajadora por todo el mundo de nuestras islas y de nuestros cielos, es muy ilusionante que en tus propias islas se reconozca tu trabajo. Es un altavoz para seguir reivindicando aquello que nos importa: la calidad del cielo, la importancia de fomentar la cultura científica entre la sociedad y, por supuesto, la igualdad y visibilidad de mujeres en carreras STEM”.
-Gran parte de su labor ha estado centrada en la defensa de los cielos de Canarias. ¿Cree que en las Islas tenemos claro el patrimonio que suponen?
“Efectivamente, mi trabajo ha estado centrado en la preservación del cielo y en poner en valor los cielos de Canarias para situarlos en primera línea mundial para albergar las grandes infraestructuras astrofísicas de futuro pero, también, para servirnos de estos principios de preservación para extenderlos en el resto del planeta y seguir inculcando la importancia del cielo como un recurso a salvaguardar no solo para la ciencia, sino para el medioambiente y mitigar el cambio climático, por el patrimonio cultural asociado al mismo, por la biodiversidad y como factor de calidad de vida y motor de desarrollo socioeconómico sostenible local”.
-Esta distinción le llega cuando cumple 35 años en el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) donde comenzó a trabajar con una beca de verano y donde ha pasado toda su carrera profesional. ¿Qué reflexión hace sobre su relación con el centro tras estas décadas de convivencia?
“El Instituto de Astrofísica de Canarias ha sido parte de mí. Ha sido mi escuela. Todo se lo debo a las personas que han apostado por mí: desde el profesor Francisco Sánchez hasta mi directora de tesis Casiana Muñoz Tuñón pasando por todas las personas que me han respaldado, me han apoyado y me han enseñado a crecer no solo como investigadora sino, también, como persona. La carrera científica es muy competitiva y hay que superar muchas dificultades pero, mirando atrás, veo que he ido avanzando y abordando muchos desafíos. Sin embargo, creo que conservo algo de aquella juventud, de cuando obtuve una beca de verano primero en el RGO y después en el IAC con el profesor John Beckman para trabajar en galaxias".
-¿Qué es lo que conserva de esa Toñi de la beca de verano?
“Pues conservo la capacidad de entusiasmarme. Lo que todavía perdura es la ilusión y la motivación en todo lo que hago, porque estoy convencida de que estamos contribuyendo a mejorar el planeta y la sociedad. En ciencia siempre hay algo nuevo, siempre hay algo diferente por hacer. Siempre me he marcado un nuevo desafío y voy aprovechando todo lo que voy aprendiendo para utilizarlo de cara al futuro. Por ejemplo, nunca pensé que mi trabajo en caracterización de observatorios, que tenía el objetivo de demostrar la calidad excepcional de Canarias para Astronomía, me iba a servir en la Fundación Satrlight para recorrer muchas partes del mundo exportando esa metodología, concienciando de la importancia de cuidar el cielo no solo para la ciencia sino para el disfrute de la contemplación y para el desarrollo local especialmente en entornos rurales en riesgo dramático de despoblación gracias al astroturismo”.
-La carrera científica está llena de competencia y de sacrificio y, a la vez, es muy gratificante. ¿Qué tiene la ciencia que reconforta tanto?
“Lo que nos mantiene en el campo científico es tener la oportunidad de poder saciar siempre la curiosidad. No hay nada comparable. También hay que estar preparado para el fracaso. Hay algo que hay que aprender: a tener paciencia porque los fracasos se pueden convertir en oportunidades”.
-Uno de sus objetivos en las distintas responsabilidades que tiene es fomentar la igualdad y las vocaciones científicas en jóvenes. ¿Qué le diría a una estudiante que duda si comenzar una trayectoria científica o tecnológica?
“Siempre diría que la Ciencia es apasionante y que es divertida. Si eres curioso, responde a todo en tu vida. La Astrofísica da lugar a muchos avances para el bienestar y el progreso y estamos en la frontera del conocimiento. A una estudiante le diría que visualice su carrera como el lugar donde pasar el resto de su vida, no con los inconvenientes del presente”.
-Recientemente ha publicado un artículo en ‘Science’ sobre el riesgo de la luz artificial y las constelaciones de satélites con respecto a la calidad del cielo. ¿Cree que hay una amenaza grave para la Astrofísica?
“El futuro de nuestro cielo es incierto y lo es, muchas veces, por desconocimiento o por malas praxis. Sabemos que, desde hace 40 años, con el creciente aumento poblacional y por el uso inadecuado de luminarias y lámparas, estamos perdiendo un legado de incalculable valor que es el cielo estrellado. Esta pérdida tiene connotaciones sociales, en biodiversidad y, también, en la calidad de las observaciones astrofísicas. Ahora, sabemos que la sobre-iluminación altera hábitats naturales, que afecta a las especies y a los ecosistemas y que afecta, también, a la salud humana por la cronodisrupción. No hay ninguna razón para contaminar el cielo. Y además se nos han sumado nuevas y graves amenazas”.
-Canarias fue pionera en impulsar una ley del Cielo… Como presidenta de la Fundación Starlight, ¿qué le transmitimos a la gente para que entienda el cielo como un valor?
“La iniciativa Starlight nace porque a pesar de que Canarias fue pionera en aprobar una ley del Cielo, no siempre las leyes se cumplen. Por ello, el IAC junto con instituciones como UNESCO, OMT y la IAU entre otras, promovieron la Declaración de La Palma, con la implicación de más de 100 organizaciones internacionales y una veintena de países donde se afirma, por primera vez, que el Cielo es un derecho inalienable de la Humanidad. La Fudnación Starlight se crea como el órgano gestor de esta iniciativa, nacimos para crear conciencia de la importancia de preservar el cielo, para dar apoyo y asesorar en materia de alumbrado inteligente e innovación y legislación. La contaminación lumínica podemos controlarla localmente estableciendo normativas u ordenanzas municipales. Sin embargo, el problema que está generando la proliferación de las megaconstelaciones de satélites se debe resolver en el ámbito de las Naciones Unidas, urge regular su uso, y hacerlo en cooperación con la comunidad científica , la industria y las comunidades locales.”.
-¿Qué riesgo suponen estas megaconstelaciones?
“En los últimos años hemos pasado de tener 60 a 6.000 y se habla de que serán 400.000. Estas megaconstaleciones de satélites de baja órbita afectan en número y en brillo, perjudicando la detección de algunos objetos potencialmente peligrosos y de bajo brillo, pero también en radioastronomía porque usan una banda de comunicación que coincide con bandas de interés astrofísico… se convierten en una coraza para la ciencia y, además, cuando dejen de ser útiles se convertirán en basura espacial. Y no conocemos cuál será su impacto medioambiental. Si esto sigue así, en una década perderemos el cielo. Y sin cielo no hay planeta. Tenemos que hacer una importante reflexión sobre esto porque, por una parte está la conectividad y la velocidad en las telecomunicaciones pero, por otra, comprometemos un importante valor ecológico, económico y científico. ¿Vale la pena esta pérdida por ver un vídeo en casa?”.
-Usted ha sido también una pionera en cuanto a potenciar y luchar por la igualdad en la ciencia (y en todos los ámbitos). Evidentemente, han cambiado mucho las cosas pero… ¿qué nos queda para tener una igualdad real?
“Las leyes, afortunadamente, existen pero… ¿Por qué sigue habiendo desigualdad? ¿Por qué seguimos las mujeres ocupando los puestos menos valorados y estamos infra representadas en puestos de dirección? El estatus de las mujeres y las niñas en el campo de la ciencia ha sido un tema importante en los últimos años, ya que históricamente se han enfrentado desafíos y desigualdades en comparación con sus colegas masculinos. Algunos aspectos clave son los estereotipos de género que persisten en el ámbito científico, lo que puede influir en las elecciones profesionales de las niñas y las mujeres. La percepción sobre las capacidades y roles apropiados a cada género puede limitar la diversidad en esos campos. Otra clave es el acceso a la educación. Aunque se ha avanzado en el acceso de las mujeres a la educación científica, todavía existen desafíos en muchos lugares del mundo. Las niñas a menudo se enfrentan a barreras culturales y sociales que limitan su acceso a la educación en general y a la ciencia en particular. A pesar de la escasez de competencias en la mayoría de los campos tecnológicos que impulsan la Cuarta Revolución Industrial, persiste una brecha significativa entre hombres y mujeres en muchos campos científicos. Hay que empezar a quitarle el sexo a las carreras científicas, apostar por la corresponsabilidad en la vida familiar, crear redes de apoyo… La base de todo tiene que ver con la educación. No podemos permitir que el 50 por ciento de la población esté fuera de la ciencia, de la tecnología y de la toma de decisiones”.