José Gálvez. IAC
Su afición por la Astronomía empezó desde que era pequeño. Tan sólo contaba con ocho años cuando sus padres le regalaron un libro sobre el Espacio. En aquellas páginas empezó a descubrir una manera diferente de ver el mundo. El universo, las estrellas, los planetas pasaron a ser una divertida lectura con la que aprender, además de entretenerse. Pocos años después comenzó la emisión de la serie Cosmos, de Carl Sagan, y esto fue lo que acabó envolviéndole por completo. A partir de ahí su curiosidad se abrió al firmamento y empezó a preguntarse el porqué de todas las cosas y a visitar la biblioteca del barrio para saciar su ansia de conocimiento. Hoy en día, Juan Carlos Hernández Cómez no es astrónomo, trabaja como analista informático en Valencia, pero a sus 38 años, aquella pasión infantil por la astronomía no ha desaparecido y continúa, desde su anonimato, observando el cielo.
Le interesan los libros, sobre todo las revistas de astronomía y posee tres telescopios. “El primero lo compré hace unos 11 años. Es un newton 114/500 al que no supe sacar mucho provecho pues sólo hacía observaciones desde la azotea de mi casa”. Hace unos tres o cuatro años descubrió la fotografía astronómica y a partir de ahí no ha hecho más que ganar premios. El último, en un reto de astrofotografía de la Campus Party de Valencia en el que colaboraba el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC). Su fotografía sobre la Galaxia de Andrómeda le ha servido de pasaporte para visitar las instalaciones del Observatorio del Roque de los Muchachos en la isla de La Palma. “Para mí supone un regalo fabuloso. Desde hace años he tenido muchas ganas de ir a las Islas Canarias para observar el cielo y conocer sus observatorios. La ilusión es muy grande; no sólo por la oportunidad de visitar los telescopios, incluido el Gran Telescopio CANARIAS (GTC), sino por poder conocer a la gente que allí trabaja y hace ciencia”, comenta el aficionado.
Como Juan Carlos, son muchas las personas que, por interés o curiosidad, se sienten atraídas por la Astronomía. De hecho, gran parte de los descubrimientos del espacio no sólo son realizados por astrónomos profesionales que trabajan en grandes observatorios. Algunas supernovas, cúmulos y cometas, entre otras cosas, han sido captados por aficionados que con un somero instrumental y mucha paciencia han logrado importantes avances en esta ciencia.
Detrás del telescopio
Sin embargo, existen diferentes grados de afición a la Astronomía. También están aquellos que miran al cielo como una actividad de puro y simple recreo, sólo por placer. Lo que sí llama la atención es que hasta hace relativamente pocos años exístía un abismo entre los profesionales y los amateur. Pero actualmente, aunque los primeros siguen disponiendo de instrumentos fuera del alcance de los segundos, con el auge de las tecnologías CCD, los nuevos telescopios computerizados y el abaratamiento generalizado de los componentes ópticos y electrónicos, los astrónomos amateur tienen a su disposición todo un abanico de materiales con los que pueden realizar trabajos de alto valor científico, contribuyendo de este modo al progreso de la Astronomía. En este sentido, esta ciencia es una de las pocas en las que la gente aficionada puede jugar y juega un papel relevante.
Por otra parte, Internet ha fomentado la existencia de multitud de “astrónomos virtuales”. Así, cientos de aficionados de todo el mundo se reúnen a chatear sobre la Astronomía en general, o distribuidos en grupos de noticias para analizar la más rabiosa actualidad científica. Además, hay listas de correo electrónico dedicadas a distintas vertientes de la afición, como la astrofotografía o la observación de objetos difusos. “Donde más información consulto es a través de la Red, sobre todo en los foros temáticos”, comenta Hernández Comes. En estas webs los internautas más experimentados ofrecen consejos y ayuda a los más jóvenes para que saquen el máximo partido a sus instrumentos. Por su parte, las revistas de astronomía más importantes tienen páginas en Internet con multitud de enlaces hacia otros sitios relacionados, así como listas de agrupaciones astronómicas y de observaciones en grupo, fomentando con ello el interés de los ciudadanos por el Cosmos.
Y es que a pesar de lo que se suele creer, en España existen más de medio centenar de asociaciones astronómicas en las que el único requisito para convertirse en astrónomo amateur es sentirse atraído por el cielo nocturno y sus astros. Esto desmiente, en cierta medida, aquello de que la Astronomía sea una actividad tan minoritaria como algunas veces se piensa. “Hay muchos jóvenes interesados en estos temas. A raíz de mi inscripción en la Asociación Valenciana de Astronomía he conocido a mucha gente con la misma o más pasión que yo por la Astronomía”, comenta el aficionado.
Utilidad social
Sin embargo, aunque los registros históricos dan cuenta de que el hombre se ha preocupado de los fenómenos astronómicos desde el comienzo mismo de la civilización, aún hoy se escucha frecuentemente la pregunta: ¿qué utilidad tiene esta ciencia? Para Juan Carlos “la Astronomía siempre tendrá un papel importante en nuestra sociedad. Creo que el estudio de lo que tenemos allá arriba no responde sólo a un ejercicio de curiosidad, sino que también sirve para conocer nuestro mundo actual y cuál puede ser su porvenir. Una sociedad que no se molesta en adquirir nuevos conocimientos sobre su entorno a la larga acaba por no tener futuro”, sentencia el valenciano.
Este ansia por saber más es la que tienen los aficionados a la Astronomía que, sin dedicarse profesionalmente a ello, emplean su tiempo libre en dar charlas, impartir cursos, divulgar la astronomía entre los jóvenes y observar sin descanso el firmamento, simplemente por el placer que les produce alzar la mirada al infinito. “Una o dos veces al mes salgo a realizar observaciones con mis compañeros de la asociación y siempre que puedo monto el equipo en la azotea y me subo un par de horas para tirar alguna foto”, explica el aficionado.
“La superficie de la Tierra es la orilla del océano cósmico. Desde ella hemos aprendido la mayor parte de lo que sabemos. Recientemente nos hemos adentrado un poco en el mar, vadeando lo suficiente para mojarnos los dedos de los pies o como máximo para que el agua nos llegara al tobillo. El agua parece que nos invita a continuar. El océano nos llama”. Con estas palabras describía Carl Sagan en los primeros párrafos de su obra más conocida, Cosmos, la pasión por el conocimiento del Universo que él sentía y de la que muchos aficionados como Juan Carlos Hernández se sienten herederos.