Ya desde el siglo XIX, Canarias ha sido reconocida como una reserva astronómica mundial. La pureza y estabilidad de su atmósfera en alta montaña pasó a ser desde entonces foco de atracción científica. Y si hace un siglo se consideró como una base estratégica idónea para la flota de zepelines alemanes, hoy en día la calidad de su cielo convierte a las islas en punto de referencia para la medición de gases relacionados con el cambio climático o para la calibración de satélites espaciales.
"Hay muy pocas islas en el mundo que reúnan las condiciones atmosféricas de La Palma, quizá sólo comparable a las de Tenerife y Hawái", destaca Emilio Cuevas, director del Centro de Investigación Atmosférica de Izaña, una superestación meteorológica que lleva casi cien años operando en Tenerife. En su afán por estudiar el aire en el estado más puro posible, desde su observatorio se miden a diario más de un centenar de parámetros atmosféricos.
Según Cuevas, uno de los factores que contribuyen a la excelencia del Observatorio del Roque de los Muchachos, en La Palma, es su "tremenda estabilidad atmosférica". Normalmente, los emplazamientos de alta montaña en islas poseen una atmósfera mucho más estable que los de un continente. En la actual pugna por el Telescopio Europeo Extremadamente Grande (E-ELT por sus siglas en inglés), "esto es algo a tener en cuenta cuando se compara con Chile o con cualquier otro observatorio ubicado en un continente". Mientras en las zonas de montaña continentales las perturbaciones son mucho mayores debido al calentamiento del suelo, en las islas el océano circundante estabiliza las masas de aire y evita que la contaminación ascienda a las capas altas de la atmósfera.
"Otra característica que hace especial a La Palma es que, como el resto del archipiélago, se encuentra bajo el influjo de la rama descendente de la célula de Hadley, una gran masa de aire procedente del ecuador que, al bajar sobre Canarias, inhibe la formación de nubes", indica Cuevas. Como resultado, por encima de los 1.200 metros la atmósfera de La Palma es muy limpia y seca, algo ideal para la observación astronómica. Además, el llamado "mar de nubes" actúa como escudo frente a la contaminación lumínica y atmosférica procedente de las zonas pobladas de la costa.
Efecto isla
El cambio climático "tendrá un impacto menor en las zonas oceánicas que en las continentales, y esto es otra ventaja a tener en cuenta de cara al futuro", apunta el científico. Su condición de isla hace que los cambios de temperatura en La Palma se vean amortiguados por el océano, con diferencias menos bruscas entre el día y la noche. Además, el incremento de temperaturas previsto en Canarias para los próximos años "es mucho menor del que se espera para la Península, por ejemplo".
A unos 2.400 metros por encima del mar, el Observatorio del Roque de los Muchachos posee cierta ventaja ante las intrusiones de polvo sahariano que afectan a las islas en verano. Al estar situada más al noroeste, La Palma "resulta menos vulnerable y se salva a menudo de la calima". De acuerdo con los últimos análisis y simulaciones llevados a cabo en colaboración con el Centro Nacional de Supercomputación, este fenómeno periódico no se ha intensificado y "no hay elementos científicos que nos sugieran que lo vaya a hacer en los próximos años".
Tras casi un siglo de mediciones, Emilio Cuevas sostiene que los observatorios de Canarias conservan sus excelentes cualidades para la observación astrofísica. "Y si bien nosotros dimos soporte a las primeras observaciones del Instituto de Astrofísica de Canarias, fueron los astrónomos los primeros en realizar medidas meteorológicas en las Cañadas del Teide", explica el investigador. "La sinergia es fácil de entender: para nosotros, la atmósfera es un objeto de estudio; para un astrónomo, es una interferencia".
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Emilio Cuevas, director del Centro de Investigación Atmosférica de Izaña (Agencia Estatal de Meteorología)
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