La utilidad de lo inútil. El vuelo del eclipse

Mapa extraído de la simulación del vuelo en la página “Concorde 001 Eclipse ‘73”
Fecha de publicación
Autor/es
María Carmen del
Puerto Varela

Había mucha expectación. No era para menos. Por un lado, un eclipse total de Sol, que no siempre resulta fácil de contemplar, y, por otro, un vuelo supersónico, a 2.100 km/h, con el Concorde 001, capaz de llegar a su destino en la mitad de tiempo que un avión comercial convencional. En definitiva: un hito histórico. De nuevo, el astrofísico John Beckman, vinculado Ad Honorem al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), al Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) y al Departamento de Astrofísica de la Universidad de La Laguna (ULL), tenía la suerte de estar ahí, formando parte del pasaje junto con otros científicos: uno británico como él, tres franceses y uno estadounidense.

De derecha a izquierda: Michel Rétif, John Beckman, Donald Liebenberg, André Turcat, Alain Soufflot, Paul Wraight, Pierre Léna y Donald Hall, algunos miembros del pasaje del Concorde del 30 de junio de 1973. Crédito: Xavier M. Jubier.
De derecha a izquierda: Michel Rétif, John Beckman, Donald Liebenberg, André Turcat, Alain Soufflot, Paul Wraight, Pierre Léna y Donald Hall, algunos miembros del pasaje del Concorde del 30 de junio de 1973. Crédito: Xavier M. Jubier.

Continuación de la entrada “La utilidad de lo inútil. De regreso a Europa”, cuarto capítulo de la serie “LA UTILIDAD DE LO INÚTIL: Cuando un expresivo ‘oxímoron’ se añade a la Astronomía”.

El Concorde despegó el día del eclipse, el 30 de junio de 1973, desde el aeropuerto de Gando, en Gran Canaria, cuando Beckman aún ni siquiera intuía que terminaría viviendo en las Islas. Voló sobre África central, siguiendo la trayectoria del eclipse en la misma dirección que la sombra de la Luna. Esto le permitió seguir la totalidad durante 74 minutos, unas diez veces más tiempo que desde una ubicación fija.

A la izquierda, John Beckman limpiando la ventana antes del despegue del Concorde. A la derecha, despegue del avión desde el aeropuerto de Gando, en Las Palmas. Fotos: James Lesurf, cedidas por John Beckman.
A la izquierda, John Beckman limpiando la ventana antes del despegue del Concorde. A la derecha, despegue del avión desde el aeropuerto de Gando, en Las Palmas. Fotos: James Lesurf, cedidas por John Beckman.

“Mi experimento –explica- consistió en instalar un espectrógrafo submilimétrico a bordo del avión. Para poder observar el Sol, los ingenieros instalaron una ventana de cuarzo fusionado en el techo del fuselaje. El resultado fue un mapa de alta resolución de la estructura de la cromosfera solar con una resolución de 0,3 segundos de arco. La  observación en tierra habría necesitado un telescopio de 350 m de diámetro o un interferómetro submilimétrico, como el actual ALMA”. Los datos se publicaron en la revista Nature el 6 de marzo de 1975, informando de la estructura del borde del disco del Sol (el “limbo”) en tres bandas submilimétricas.

Después del vuelo del Concorde, Beckman trabajó cinco años en la Agencia Espacial Europea (ESA), “donde practicó Astronomía infrarroja desde varios aviones”. También colaboró en la preparación de Hipparcos, un satélite astrométrico que mejoró la precisión de las posiciones conocidas de las estrellas y predecesor de la actual misión Gaia, cuya sonda fue lanzada al espacio el pasado 19 de diciembre de 2013.

Próximo capítulo: SÍNTESIS DE APERTURA